¡Las ironías de la vida! El que mucho habla, poco hace.
Seguramente alguna vez has escuchado el viejo refrán que dice: “El que mucho habla, poco hace”, ¿verdad? Si tu respuesta es afirmativa y estamos en la misma sintonía, es posible que la historia de Ale sea una de esas que también te resulte familiar.
¡Ah, las ironías de la vida! Ale, con su espíritu extrovertido y sediento de aventuras, se encontró en una situación que la dejó atónita y, tal vez, un poco decepcionada. Pero, ¿acaso no es en esos momentos inesperados donde se forjan las historias más interesantes?
Ale siempre había sido el alma de la fiesta, una mujer vibrante y llena de energía que parecía iluminar cualquier lugar al que llegaba. Su personalidad magnética atraía las miradas de todos a su alrededor, y disfrutaba plenamente de la atención que recibía al salir. No pasó mucho tiempo antes de que su camino se cruzara repetidamente con el de ese misterioso chico que parecía estar igualmente cautivado por su encanto.
Desde el primer encuentro, sus miradas cómplices y sonrisas insinuantes crearon una conexión instantánea entre ellos. La chispa de la atracción se encendió y creció rápidamente, llevándolos a seguirse en redes sociales y a entablar conversaciones cada vez más provocativas por WhatsApp. Con cada interacción, la tensión sexual y la excitación se intensificaban, alimentando una curiosidad mutua que los impulsaba a explorar los límites de su deseo.
Un viernes por la noche, mientras Ale se encontraba en plena fiesta con sus mejores amigos, el chico, llamado Iván, apareció de sorpresa. Entre tragos y risas, todos comenzaron a hablar abiertamente sobre el tema del sexo. Ale y su amiga llegaron a la conclusión de que no necesitaban maratones de pasión que duraran horas y horas. Ellas afirmaron, con picardía en sus ojos, que un encuentro sexual de tan solo quince minutos podía ser suficiente. Iván y su amigo, entre risas y burlas, aseguraron que ellas estaban locas, pues ellos eran capaces de durar dos horas en la cama. Pero Ale y su amiga no se dejaron intimidar y rieron de ellos, sin darle demasiada importancia a la conversación. Continuaron disfrutando de la música y las bebidas, sin saber que su pequeña travesura se convertiría en una experiencia inolvidable.
La conexión entre Ale e Iván siguió creciendo a través de sus mensajes candentes en el teléfono. Iván hacía hincapié en su deseo de poseerla, mientras que Ale, siempre sincera, no creaba expectativas cuando se trataba de sexo. Parecía que todo iba bien entre ellos, alimentando la pasión en esa relación peculiar que habían construido. Sin embargo, ambos sabían en el fondo que su “relación” no iba más allá de satisfacer sus deseos carnales.
Un día, Iván decidió invitar a Ale a salir solos. Ellos compartieron una deliciosa cena y aprovecharon ese momento para conocerse más a fondo. Cuando el reloj marcó las ocho de la noche, Iván propuso que se quedaran juntos de una vez por todas porque ya no aguantaba las ganas de tenerla. Ale, ansiosa por experimentar, aceptó sin pensarlo dos veces. Aunque en lo más profundo de su ser, ella sentía una pequeña inquietud, como si algo no estuviera del todo bien. A pesar de eso, decidió seguir adelante con el plan.
Una vez que estuvieron en la habitación del hotel, la pasión entre ellos se desató sin límites. Se besaron apasionadamente, sin pensar en nada más que en el deseo que los consumía. La ropa comenzó a desaparecer, revelando sus cuerpos ansiosos por explorar nuevas sensaciones. Pero justo cuando parecían estar al borde de la extasiante conexión, Ale notó cierta incomodidad en Iván. Resulta que su amigo de abajo no estaba respondiendo al llamado del deseo.
Ale se detuvo de inmediato, preocupada por la situación. Trató de tranquilizar a Iván, preguntándole qué podría estar mal y por qué su erección no se manifestaba. Iván, confundido y apenado, admitió que nunca le había sucedido algo así antes. A pesar de intentarlo nuevamente, sin la misma emoción de antes, la situación se repitió. El encuentro íntimo seguía siendo esquivo.
Ale, con comprensión y afecto, le dijo a Iván que se relajara, que entendía lo que estaba sucediendo y que no había problema si no podían tener relaciones sexuales en ese momento. Con una sonrisa burlona, le recordó a Iván que ‘el que mucho habla, poco hace’, haciendo referencia a todas las cosas que él le había dicho por WhatsApp y aquella noche que alardeaba la duración que afirmaba tener en la cama. A pesar de su tono burlón, Ale lo dijo en un tono juguetón y de confianza, sabiendo que podían seguir disfrutando de su conexión y mantener las conversaciones como hasta ahora. Aunque Ale se sentía un poco decepcionada, no dejó de tener confianza en su compañero de travesuras. Iván, entre molestia, vergüenza y risas nerviosas, respondió a Ale que era una fastidiosa, pero que tenía razón. Ambos compartieron un momento de complicidad, reconociendo que las palabras vanas no siempre se traducen en acciones concretas.
Después de ese encuentro, Ale e Iván continuaron manteniendo sus conversaciones durante un tiempo, aunque Ale optó por no volver a intentar intimar de esa manera con él. A medida que pasaban las semanas, el interés mutuo pareció disminuir gradualmente, y las chispas que antes habían encendido su conexión se extinguieron lentamente.
Las charlas que una vez estuvieron cargadas de provocación y seducción comenzaron a perder su intensidad. Los mensajes se volvieron más escasos y superficiales, hasta que, casi sin previo aviso, el flujo de comunicación entre ellos se detuvo por completo. Las conversaciones que solían ser constantes y llenas de complicidad se desvanecieron en la nada, como si nunca hubieran existido.
Ale e Iván perdieron todo contacto y nunca volvieron a saber el uno del otro…