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SECRETS OF THE MOON

Un Encuentro Ardiente e Inesperado

Esta es la historia de Emma y Lucas, una ex pareja que se separó hace dos años por diferencias irreconciliables. Sus vidas tomaron rumbos distintos, pero el destino tenía otros planes. En una noche fría de invierno, sus caminos se cruzaron de nuevo, desatando una tormenta de emociones y deseos reprimidos. Lo que comenzó como una casualidad, terminó reviviendo sentimientos que ambos creían olvidados.

Emma era una mujer de treinta y pocos años, con una presencia que no pasaba desapercibida. Su cabello rubio caía en suaves ondas sobre sus hombros, enmarcando un rostro de rasgos delicados y ojos verdes llenos de vida. Trabajaba como diseñadora gráfica en una pequeña agencia de publicidad, donde su creatividad y talento le habían ganado el respeto de sus colegas.

Emma caminaba por las concurridas calles de la ciudad una fría noche de invierno luego de su jornada laboral, perdida en sus pensamientos. De repente, una voz conocida rompió el silencio.

—Emma, ¿eres tú? —dijo Lucas, su antiguo amor, con una mezcla de sorpresa y emoción.

Emma se quedó inmóvil, el corazón latiéndole con fuerza. Habían pasado dos años desde la última vez que se habían visto. Se separaron por diferencias que parecían insalvables en aquel momento, pero ahora, al verlo frente a ella, sintió un cosquilleo en el estómago, como si nada hubiera cambiado.

—Lucas… —dijo, sonriendo nerviosa—. Sí, soy yo. ¡Cuánto tiempo!

Sin pensarlo demasiado, decidieron ir al bar más cercano para ponerse al día. Se sentaron en una mesa apartada y pidieron unos tragos. Las primeras conversaciones fueron llenas de cortesía y actualizaciones sobre sus vidas. Hablaron de trabajo, de viajes, de viejos amigos. Con cada trago, la tensión entre ellos se hacía más palpable.

Lucas tenía esa mirada penetrante que siempre había tenido, esa que hacía que Emma se sintiera desnuda ante él. Mientras hablaban, Lucas no podía dejar de notar cómo Emma seguía siendo tan atractiva como siempre, quizás incluso más. Sus gestos, su risa, la manera en que jugaba con su cabello; todo en ella despertaba recuerdos y deseos que creía olvidados.

Por su parte, Emma sentía un torbellino de emociones. Cada palabra de Lucas, cada sonrisa, la hacían revivir momentos pasados, y el deseo enterrado volvía a emerger con fuerza. Notaba cómo sus manos temblaban ligeramente al sostener el vaso, y cómo su respiración se aceleraba cuando Lucas la miraba con esa intensidad que siempre había tenido el poder de desarmarla.

—¿Recuerdas aquella vez en la playa? —dijo Lucas, con una sonrisa pícara, buscando romper el hielo que todavía quedaba entre ellos.

—Claro, cómo olvidarlo —respondió Emma, sintiendo el calor subir por su cuerpo al recordar esa tarde llena de risas y juegos en la arena.

Con cada anécdota compartida, la barrera del tiempo se desvanecía un poco más. Emma se daba cuenta de que Lucas también la miraba de una manera que dejaba poco a la imaginación. Sus ojos, siempre tan expresivos, ahora la recorrían con un deseo apenas contenido. Lucas, por su parte, no podía evitar admirar la belleza y el magnetismo de Emma, y sentía una mezcla de nostalgia y deseo que lo consumía lentamente.

Ambos intentaban mantener la conversación en un tono casual, pero cada palabra estaba cargada de subtexto. Las sonrisas cómplices y las miradas prolongadas hacían que el aire se llenara de electricidad. Lucas se sentía como si estuviera en un sueño, un sueño en el que Emma había vuelto a su vida y donde la distancia de los años no importaba.

Emma también se encontraba en un estado de ensoñación, atrapada entre el pasado y el presente, incapaz de resistir la atracción que sentía por Lucas. Con cada trago, el ambiente se volvía más íntimo, la tensión sexual entre ellos era innegable y, finalmente, ninguno de los dos pudo resistir más.

—Vamos a mi apartamento —susurró Lucas finalmente, su voz cargada de deseo, inc

Emma asintió sin decir una palabra, dejándose llevar por la urgencia del momento. Salieron del bar apresuradamente y se dirigieron al apartamento de Lucas. Apenas cerraron la puerta, se lanzaron el uno al otro con una pasión desbordante. Sus besos eran hambrientos, y sus manos exploraban con familiaridad y urgencia.

Se despojaron de la ropa rápidamente, dejando un rastro de prendas por el pasillo mientras avanzaban con urgencia hacia la habitación. Lucas tomó a Emma por la cintura, sus manos firmes y decididas, y la empujó suavemente sobre la cama. Ella cayó sobre las sábanas, riendo nerviosa y excitada, mientras Lucas se deslizaba sobre su cuerpo, besándola con una mezcla de fervor y delicadeza.

Sus cuerpos se rozaban, piel contra piel, alimentando el fuego que ardía entre ellos. Lucas se deslizó aún más abajo, dejando un rastro de besos húmedos hasta llegar a su abdomen. Emma sentía cada toque como una descarga eléctrica, su piel erizada y sus sentidos alerta. 

Lucas la miró a los ojos, sus propios ojos oscurecidos por el deseo, y siguió besándola con intensidad. Sus cuerpos se encontraron, encajando a la perfección mientras se unían en un movimiento lento y profundo.

Comenzaron a moverse juntos, aumentando el ritmo gradualmente. Cada embestida los acercaba más al éxtasis, sus gemidos y susurros creando una sinfonía de deseo y satisfacción. Emma sentía el calor acumulándose en su abdomen, una presión creciente que finalmente la llevó al clímax. 

El momento había sido tan increíble para ambos que se sentía como si no hubiesen pasado más de dos años sin verse.

Después del clímax, se quedaron juntos, jadeando y sudorosos, disfrutando de la intimidad del momento. Lucas se giró hacia ella, acariciando suavemente su brazo mientras recuperaban el aliento.

—Emma, ¿te gustaría quedarte para cenar? Podemos visitar a mi familia mañana —le dijo, con una sonrisa cálida.

Emma lo miró a los ojos y, con un suspiro, respondió:

—Lucas, no puedo. Tengo pareja actualmente.

El silencio llenó la habitación, pesado y denso. Lucas se quedó inmóvil, procesando sus palabras. Emma vio la decepción en sus ojos, pero también una comprensión resignada.

—Entiendo —dijo finalmente, apartando la mirada.

Emma se levantó lentamente y comenzó a vestirse. La magia de la noche se desvanecía, reemplazada por la fría realidad. Lucas la acompañó hasta la puerta, donde se despidieron con un abrazo largo y silencioso, cargado de emociones no dichas.

—Cuídate, Emma —murmuró Lucas, besándola suavemente en la frente.

—Tú también, Lucas —respondió ella, antes de salir al frío de la noche, con el corazón apretado y la mente llena de recuerdos.

Así concluye la historia de Emma y Lucas, un encuentro repentino que reavivó viejas llamas y demostró que, aunque el tiempo pase, algunas conexiones nunca se rompen del todo. Emma volvió a su vida, consciente de que ciertos momentos son efímeros y preciosos, destinados a ser atesorados como recuerdos. Y Lucas, aunque resignado a la realidad, guardó en su corazón la dulce memoria de una noche que nunca olvidará.

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